El amor por la música que he cultivado desde mis años más mozos se torna por momentos -por no decir siempre- obsesivo. Bajar más discos de los que humanamente puedo escuchar considerando mis otras obligaciones -la universidad, mi trabajo como profesor particular- y placeres -el arte, leer, tañer la guitarra y componer-; tamborilear inevitablemente cada superficie que está cerca a mis manos siguiendo los ritmos que invaden mi cabeza; dejar de estudiar para algún examen importante -lo reconozco- para engancharme incontables minutos con mi guitarra, son solo algunas de los síntomas que expresan está hermosa obsesión que tengo por el arte de las musas -de allí el vocablo música.
Por ello, siempre es grato para mi entablar una conversación sobre música con otra alma melómana. Claro, esto no es algo frecuente para mí, tanto por las obligaciones que me agobian de marzo a diciembre, como por los contados amigos que celebran religiosamente este credo.
Así que, ahora que empieza un nuevo verano, me daré el gusto de gastar algunas palabras en este blog -mi primer blog, por cierto- comentando y compartiendo algunos discos, enlaces y demás cosas que se me ocurran.
Quiero pensar que tiro una botella con un mensaje al océano -que sea biodegradable, por supuesto, que no se me acuse ni simbólicamente del polipropileno acumulado en las panzas de la fauna marina- y que, como suele suceder con este tipo de páginas, encuentre algunos otros en cualquier parte del globo que gusten de charlar un poco de música e intercambiar enlaces, opiniones, etc.
Pero, finalmente, lo más importante -como creo que debe ser siempre que uno escriba- es una excusa para conversar conmigo mismo y extender mi conocimiento personal.
3,2,1...allí vamos...
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